Claves para su detección precoz

Probablemente semejante enunciado nos suene shockeante y ajeno, sin embargo,  los comportamientos adictivos entre los menores de edad son más frecuentes de lo que suponemos. Debido a su capacidad de asombro, su vulnerabilidad y permeabilidad, combinadas en muchos casos con ciertas carencias en el plano afectivo, los niños se vuelven terreno fértil para desarrollar «dependencias“. Si partimos de la base de que todos llegamos al mundo como seres dependientes de otros (de su mirada, de su atención, de su calor, de su nutrición, de su cuidado) podríamos incluso suponer que en una primera etapa de crecimiento cuando las «dependencias primarias» no son cubiertas las reemplazamos por otras dependencias.

Esta suposición podría resultar por ejemplo así:

  • cambiamos la teta por el chupón
  • el chupón por la chupaleta/chupetín
  • la paleta dulce por los dibujos animados
  • la tele por la tablet y así sucesivamente!

Contexto histórico-social

De la mano del progreso de la humanidad, el avance de las nuevas tecnologías en todos los campos, ha puesto a nuestro alcance, y al de nuestros hijos, artefactos que facilitan la vida cotidiana y la aceleran. Justamente es a las adicciones que surgen como resultado de estos cambios a las que queremos referirnos aquí.

En este marco histórico-social de transformación, el área de las telecomunicaciones es la que evidencia un avance más marcado. Avance al que pocos somos capaces de seguirle los pasos. En los últimos 60 años el planeta ha sido espectador de una verdadera revolución de los sistemas y soportes de comunicación.

De ellos recibimos información y formación, además de entretenimiento. Y si bien estos progresos tecnológicos parecieran a priori inocuos(1) en su esencia, su crecimiento exacerbado vuelve difícil su aprovechamiento y disfrute dentro de parámetros aconsejables.

Hoy por hoy, algunas de estas tecnologías se han vuelto básicas y hasta imprescindibles, y nuestros hijos han nacido y se han criado conviviendo con ellas. Por ejemplo, a nadie ya sorprende la expresión «niñera electrónica“ para denominar al televisor, el más antiguo de estos inventos. En los 80s fuimos testigo de la aparición de las bisabuelas de las actuales consolas de videojuego. Y finalmente, con la llegada de Internet todo esto se ha potenciado: sobre esta plataforma es posible jugar, ver producciones audiovisuales de todo tipo, incluso programas de televisión, e interactuar y generar vínculos  con otros individuos obviando el difícil desafío de las relaciones cara a cara.

Desde la neurociencia nos dicen…

Según Facundo Manes, neurólogo y neuro-científico argentino, creador del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), rector de la Universidad Favaloro en Argentina y autor de “Usar el cerebro”, las nuevas tecnologías son tan jóvenes que aún es imposible para la ciencia evaluar y/o dimensionar sus efectos en la psiquis humana y puntualiza…” El estudio del impacto de las nuevas tecnologías especialmente en niños y adolescentes es un desafío que las neurociencias están abordando. Como sabemos, el cerebro sigue desarrollándose hasta la segunda década de vida. El lóbulo frontal, que contiene circuitos claves para habilidades cognitivas de alto orden como el juicio, el control ejecutivo y la regulación emocional, es de las últimas áreas en desarrollarse de forma completa. Durante este período, el cerebro es sumamente adaptativo e influenciable por el ambiente. Decimos entonces que la tecnología suele ser buena para los procesos cognitivos de los niños si se usa con buen juicio, pero que el problema es que el buen juicio y el autocontrol se encuentran entre las habilidades en desarrollo, por lo cual son los adultos quienes deben ejercerlo cuando estos usos se transforman en excesivos. Como padres, es necesario detenerse a pensar qué sucede con el estímulo de habilidades sociales como la empatía, la compasión y la inteligencia emocional en nuestros hijos (y en nosotros también) cuando la mayor parte de las interacciones se dan de manera virtual, en detrimento de la comunicación cara a cara».

Actitudes y emociones clave para detectar rasgos adictivos en nuestros hijos

Lejos de pretender demonizar estos desarrollos, cuya utilización moderada, según sus partidarios, no traería consecuencias considerables, corresponde dejar en claro que lo comprobadamente peligroso no es su uso, sino su abuso. ¿Cómo podemos entonces como padres trazar una línea entre lo razonable y el exceso?

Claves para detectar rasgos adictivos:

  • Satisfacción y euforia frente al computador o la consola.
  • Pensamiento fijo en internet o los videojuegos mientras se hacen otras cosas.
  • Mentiras sobre el tiempo real que pasa conectado a la red o a un videojuego.
  • Aislamiento de la vida de relación, especialmente con la familia, el estudio, los amigos…
  • Inquietud/angustia cuando no está conectado.
  • Pérdida de control intenta cortar con el ordenador sin conseguirlo.
  • Déficits de descanso navega y chatea más durante la noche.
  • Irritabilidad cuando se le interrumpe o se le niega el acceso.
  • Desinterés abandona las obligaciones y aficiones por permanecer frente a la máquina.
  • Reproches debidos al uso de la Red, sobre todo por parte de familiares y amigos.
  • Descuido de su propia salud, no come.
  • Alteraciones físicas (en casos extremos): ojos secos o lagrimeo, dolores de cabeza, de espalda, de muñeca, etc.

De más está decir que estos mismos parámetros se aplican también para adultos.

Has encontrado reflejados a algún ser querido dentro de estos comportamientos ó a ti mismo? Si te encontraste en estos comportamientos te propongo participar del taller on line para superar adicciones (adolescentes también pueden tomarlo!)